Arturo Ramos y Jesús Sánchez / Milenio Diario / Viernes 6 de abril del 2007
El perito médico de la CNDH Fernando Cervantes asegura que Ernestina Ascencio, la anciana nahua que desató acusaciones contra efectivos militares acantonados en Zongolica, murió de padecimientos que cualquiera puede tener, agravados por la pobreza en la que vivió durante 73 años y que tenían “su cuerpo al límite” de la vida.
Cervantes, un experto que ha colaborado en la elaboración de protocolos internacionales para investigar denuncias de trasgresión a los derechos fundamentales, indica en entrevista con MILENIO que la revisión de evidencias en el caso de Ernestina Ascensio “nos lleva a una conclusión totalmente médica o de enfermedad, como se quiera tomar”.
El médico explica lo que significa el diagnóstico hecho público por la CNDH de que la anciana murió de “sangrado del tubo digestivo en una paciente que tenía problemas en el hígado y en el pulmón”. Algo que llevó a Felipe Calderón a asegurar que murió de una gastritis mal atendida.
En los estudios histopatológicos, las enfermedades en Ernestina estaban avanzadas, comenta, y se pudo haber salvado con la atención adecuada.
Otro elemento fue la neumonía que redujo las esperanzas de que Ernestina sobreviviera. Según Cervantes, esto fue producto probablemente del traslado de dos horas y media al hospital público regional.
Una vez más, a esto debe sumarse el desgaste del cuerpo de la anciana en una zona serrana donde los padecimientos respiratorios suelen ser frecuentes.
Finalmente, expone el perito, el segundo peritaje dice que quienes atendieron a Ernestina “no se dieron cuenta” que perdía sangre por una hemorragia interna, cuando una revisión minuciosa lo hubiera hecho evidente. Este es el punto central donde la CNDH detecta que Ernestina fue privada de una atención médica a la que tenía derecho.
Así, más que “una gastritis mal atendida”, fue esta combinación de elementos los que llevaron, a juicio de la CNDH, llevaron a Ernestina a la muerte.
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