martes, 10 de abril de 2007

UNICA HIPOTESIS ACEPTABLE: LA VIOLACION


rrevueltas@milenio.com / www.milenio.com / Martes 10 de abril del 2007

He hablado incontables veces de las personas aquejadas de “ingenuidad maliciosa”, ese rasgo particular que las hace creer cualquier cosa, lo que sea, siempre y cuando sea algo malo, truculento y conspirativo. Mientras más enredosa y complicada sea la historia, mejor: más creíble, más posible, más viable. Esa gente, curiosamente, jamás admitirá su irremediable candidez. No sólo eso: exhibirá su malicia como una virtud, como la habilidad excepcional para ver y detectar, detrás de lo evidente, maquinaciones e intrigas. Nada es lo que parece. Todo es mucho peor. Nada es sencillo. Todo es turbio. Luego entonces, no se puede creer en nada que sea claro y explicable.

Este es el país de la sospecha y de la duda. Hay razones para ello, desde luego, porque el régimen autoritario priista era deliberadamente opaco y no rendía cuentas a nadie. Somos tramposos de naturaleza, además, y por eso en los bancos no te aceptan el permiso de conducir como documento de identidad (es relativamente fácil de conseguir, luego entonces cualquiera, es decir, alguien que no es la persona que dice ser, puede servirse de su licencia para una suplantación de identidad; se supone, encima, que muchas personas quieren aparecer con otro nombre). Así las cosas, el hombre desconfiado y receloso, en nuestra sociedad, es un ser aventajado, un individuo de la especie con mayores habilidades para sobrevivir. Lo peor, sin embargo, es que las sospechas, y las consecuentes conjeturas que se derivan de la suspicacia como herramienta para observar la realidad, han sido elevadas a rango de derechos incuestionables ahora que el sistema político ha comenzado a abrirse y a crear, justamente, las instituciones para atender a los antiguos agraviados. Y así, cualquier ficción merece no sólo todo el crédito sino que deviene en exigencia irrenunciable. Tampoco hay respuesta aceptable porque los demandantes, convencidos de que el diablo está en todas partes, no saben de gastritis ni de patologías naturales sino de puras violaciones tumultuarias.

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