viernes, 27 de abril de 2007

JUGANDO CON ERNESTINA


Raymundo Riva Palacio

El Universal / Viernes 27 de abril de 2007

¿Hasta cuándo los políticos dejarán de lucrar con los cadáveres y el sufrimiento de las personas? No se hagan ilusiones; ese futuro está lejos

Lo real dejó de ser evidente hace mucho tiempo en México, y los ánimos y frustraciones de muchos han convertido percepciones en realidades. Blancos y negros son la norma de una sociedad que tiende mucho al mundo de Shakespeare mientras actúa en su laberinto de la soledad. El nuevo capítulo de esta deformación de la cultura política se escribió en Zongolica hace 62 días sobre el cadáver de una anciana de 73 años, Ernestina Ascensio Rosario, convertida en botín por muchos actores políticos que están probablemente escondiendo tras su caso verdades comprometedoras. Después de todo, Ernestina resumía todos los elementos que la convierten en estadística del sector más marginado del país: mujer, indígena y pobre.

José Luis Soberanes, el presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), sometido a una campaña mediática de descrédito porque asegura que Ernestina murió por enfermedad y no por violación de unos militares, la pasó mal el miércoles anterior en la Cámara de Diputados, cuando no le permitieron que diera un informe de sus indagatorias y le exigían que acreditara su autoridad moral y profesional. El expediente de 5 mil fojas muestra todas las evidencias médicas que han sido difundidas -y cuestionadas-, e incluye un dato no conocido pero incriminador contra las autoridades de Veracruz, quienes afirman que sí fue violada por militares. Se trata de un hisopo -o cotonete-, impregnado de proteína prostática, con lo cual la autoridad dice demostrar la violación. Pero la muestra corresponde a una mujer de 30 a 40 años, casi la mitad de la edad de Ernestina. Es decir, la autoridad veracruzana, por error o estupidez, envió a la CNDH una prueba falsa, lo cual debilita su insistencia sobre la culpabilidad de los militares y puede significar sanciones penales en contra del responsable.

¿Qué hay detrás?

El gobierno de Veracruz y la CNDH se han metido en una serie de discusiones sobre la presunta responsabilidad en la muerte de Ernestina. Para limar asperezas, la noche del lunes pasado el gobernador de Veracruz, Fidel Herrera, visitó a Soberanes en sus oficinas del sur de la ciudad, donde él y su gente le hicieron todo tipo de preguntas y dijeron que las investigaciones de la CNDH las incorporaría a las suyas. Se suponía que había quedado resuelta la confrontación pública, con el ofrecimiento de apoyo del gobernador para el futuro. El miércoles sucedió otra cosa en el Congreso. En la sesión parlamentaria, el diputado priísta por el municipio de Zongolica, Pedro Montalvo, quien se ha dedicado últimamente a pasear a indígenas por la radio para que narren en náhuatl sus tribulaciones, fue uno de quienes más cuestionó a Soberanes.

¿Qué hay detrás?

Desde 1991, el municipio de Zongolica ha sido gobernado por el PRD, y los líderes perredistas en la zona, encabezados por el alcalde de Soledad Atzompa, la cabecera municipal, Salvador Pérez Pascuala, y René Huertas, que era líder de la Confederación Regional de Organizaciones Indígenas de la Sierra de Zongolica, habían sido factores importantes en la articulación de las redes de Andrés Manuel López Obrador en la elección presidencial pasada. El gobernador, que enfrentará elecciones locales en septiembre, no parece querer pasar más tragos amargos, sobre todo en estos momentos donde se encuentra muy observado por el gobierno federal por el despunte de la violencia derivada del narcotráfico, puesto en la congeladora por el presidente Felipe Calderón, y alejado de la toma de decisiones importantes dentro del PRI por sus vaivenes y falta de compromiso con los actuales mandamases del partido. En esta coyuntura, parecía más barato cargársela al Ejército que ir por la verdad. Y así lo hizo.

En contraparte, cuando se supo de la presunta violación de Ernestina, la CNDH inició una investigación de hechos, sin que mediara una denuncia. Soberanes envió a Zongolica a la visitadora Susana Pedroza de la Llave, quien levantó toda la información requerida y habló con todas las partes para determinar lo que había sucedido. La visitadora, que fue la misma que investigó la brutalidad policial en Atenco hace casi un año y determinó que varias mujeres habían sido violadas por la policía del estado de México, fue cuestionada, también, en términos de credibilidad e integridad. Le han pasado por alto que su indagatoria estuvo respaldada por una serie de documentos que incluyen el acta médica en respuesta a Huertas, quien cuando llevó aún con vida a Ernestina a una clínica en Río Blanco, pidió que se asentara que había sido violada por soldados. Así quedó en el expediente, al igual que la respuesta del director de la clínica y cuatro médicos más, que declararon no haber encontrado rastros de violación.

¿Qué hay detrás?

Huertas fue la punta de lanza de la embestida contra el Ejército, y quien comenzó la diseminación de la especie de la violación. En el transcurso de estas ocho semanas, la cohesión perredista en Zongolica se desmoronó luego de que el líder comenzara a actuar sin consentimiento de la comunidad, que se rige por usos y costumbres. Este martes, Huertas fue destituido por una asamblea como dirigente de la CROIS porque, dijeron, dejó de ser confiable para la comunidad, mientras que el alcalde Pérez Pascuala entregó a dos hijos de la finada Ernestina viviendas de interés social. Los familiares de la anciana ya no están hablando con nadie, pero el caso sigue sometido a alta temperatura.

Zongolica, que es uno de los municipios más pobres del país, ha sido caldo de cultivo de fuerzas extralegales. Ahí se han dado desde hace largo tiempo enfrentamientos entre el Ejército y policías federales con talamontes, que han hecho del tráfico ilegal de la madera que suben por la Sierra Negra de Oaxaca y bajan por Orizaba uno de los negocios más redituables de la región. Conviven políticamente con el EPR, que tiene en la zona un asentamiento importante, así como cultivadores de drogas. La presencia del Ejército que data de 1994, les resulta muy incómoda para operar, sobre todo para los talamontes, en su mayoría poblanos, que ven en la guerra mediática por Ernestina una oportunidad para replegar al Ejército.

Qué tanto el recién destituido Huertas pueda estar involucrado con esos grupos no está claro, pero se le está investigando federalmente, así como a la CROIS para determinar si tiene vínculos con el EPR. En todo caso, aun si no hubiera relación alguna, la tolvanera que se ha levantado por la muerte de Ernestina los favorece enormemente. Es como Fidel Herrera, que parece dispuesto a quemar sus fusibles dentro del gobierno estatal para tener tranquila la zona en vísperas de los comicios municipales. Las alianzas, aun si no son premeditadas, son extrañamente caprichosas. Pero han sido construidas sobre el surrealismo de la política mexicana, donde lo que parece muchas veces no es, y lo que es muchas veces no se cree. Es el dilema permanente entre verdad y verosimilitud, realidad y percepción. Doña Ernestina, después de muerta, nos lo recuerda sin cesar.

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