lunes, 9 de abril de 2007

ALGUIEN MIENTE


acamin@milenio.com / www.milenio.com / Lunes 9 de abril del 2007

“Alguien miente”, dijo a Juan Pablo Becerra Acosta el alcalde de Soledad Atzompa, Javier Pérez Pascuala, respecto de la muerte de Ernestina Ascensio, la mujer nahoa de setenta y tres años, muerta, según la procuraduría de Veracruz por una violación tumultuaria de soldados y según la Comisión Nacional de Derechos Humanos, por una crisis gástrica terminal.

Alguien miente, en efecto, y no poco. Las versiones de la procuraduría veracruzana y de la CNDH coinciden sólo en la identidad de la víctima. En todo lo demás son delirantemente contradictorias.

MILENIO ha hecho la tarea, cada vez más difícil de hallar en nuestra prensa, de establecer con claridad las diferencias entre ambas instancias públicas.

Según la procuraduría veracruzana, había “laceraciones” en “los labios mayores de la vulva” de la mujer, “así como sangre remolida en la pared posterior de la vagina”. Según la CNDH, “no se observaron las alteraciones referidas en el dictamen del médico legista que practicó el examen inicial”.

Según la procuraduría veracruzana, el cuerpo presentaba huellas de “bronconeumonía, perforación de recto y agresión sexual”. Según la CNDH, “los pulmones se encontraban intactos”, no había “perforación del recto” ni rastros de “agresión sexual”.

Según la procuraduría veracruzana, las causas de la muerte fueron “traumatismo craneoencefálico, fractura de vértebras cervicales y anemia aguda”. Según la CNDH, la muerte se debió a un “choque hemorrágico por sangrado masivo del tubo gástrico, gastritis y erosión de la mucosa gástrica” (MILENIO, 5/4/2004).

Alguien miente, sin duda, y miente mucho.

Las razones para mentir de la CNDH serían ocultar la responsabilidad del Ejército en una ignominiosa violación tumultuaria.

Las razones de la procuraduría veracruzana son menos claras. El periodista Pablo Hiriart ha sugerido que infamar al Ejército puede ser una estrategia de las policías locales para sacarlo del estado y seguir sus negocios.

Creo en el dictamen de la CNDH. Pero esto no puede ser un asunto de creencias. La justicia mexicana es desde hace tiempo un campo fantasmal de opiniones personales en un mar de incredulidad generalizada. Una especialidad de nuestra conciencia pública es perseguir fantasmas: no se establecen con claridad los hechos ni las responsabilidades.

El caso de Ernestina Ascensio es una oportunidad de romper la cadena. Debe aclararse quién miente y hacerlo pagar por ello.

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